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Contradicciones político-militares durante la revolución de 1780 (página 2)



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ASPECTOS TEÓRICOS

Si bien es cierto que en la Historia es importante el
uso de las fuentes
documentales, evidencia, sin la cual no podríamos
reconstruir los hechos, también es necesario valorar y
juzgar las fuentes a la luz de los mismos
hechos y coyunturas que se presentaron para su
elaboración. De esta forma podríamos discernir en
qué medida las fuentes son útiles para la
reconstrucción histórica.

En una sociedad
fundamentalmente oral, donde los principales agentes informativos
de la revolución
no hicieron un planteamiento programático
explícito, la única forma de percibir los objetivos y
alcances de estos elementos revolucionarios es a través de
su praxis, de su
accionar.

El tema, materia del
presente trabajo, se
enmarca dentro de un contexto histórico. Los aspectos
sociales y económicos, por lo tanto, son indesligables de
él. Lo que no significa que caeremos en la simplicidad del
determinismo económico. Pensar que las actitudes
revolucionarias son solo un reflejo de la infraestructura
económica es ignorar el papel trascendental que tienen
otros factores como el político, el militar y el
ideológico.

El objetivo de
nuestro trabajo es analizar como las contradicciones
político-militares al interior del movimiento
tupacamarista contribuyeron al fracaso de los fines
revolucionarios.

Es importante hacer una disección del proceso
revolucionario qué es la revolución y determinar
con claridad que fue la revolución y que no lo fue, puesto
que el movimiento enfrentó desde el inicio contradicciones
internas que estaban ligadas y correspondían a las
contradicciones de la sociedad en su conjunto.

Toda revolución implica que los sectores que la
persiguen tienen una contradicción antagónica con
aquellos que buscan perpetuar el orden existente. En esta medida,
las contradicciones que enfrenta el desarrollo de
la revolución dependen de las contradicciones en el seno
de la estructura
social. En este sentido, el proyecto de
Túpac Amaru reflejó un punto de contacto entre los
sectores no españoles, con el fin de integrarlos en el
frente.

Las contradicciones sociales se manifestaron a nivel
organizativo, impidiendo que la dirección tupacamarista controle las
acciones
político-militares. Todo ello fue generado a partir de la
masificación del movimiento y a la aparición de
líderes autonomistas e inmediatistas que realizaron actos
de violencia
racista que quebraron las posibilidades del frente.

En el área donde se desarrolló el
movimiento encontramos dos hitos fundamentales que
servirán para entender la lógica
del problema. El primero, es la batalla de Sangarará, que
precipitó la ruptura del frente anti-español en
el Cusco. El segundo, el cerco de la ciudad de La Paz, que
evidenció el accionar del líder
autonomista más importante del proceso, como fue el caso
de Túpac Catari, y con ello la ruptura del frente en el
Altiplano. Por la vastedad del problema no tocaremos sino solo
estos dos hechos importantes. Los que omitimos serán
objeto de una investigación posterior.

Por contradicciones entendemos aquel proceso de
desarrollo de la sociedad que genera la dinámica de cambio y
permanencia, representada básicamente por la existencia de
diversos sectores, cada uno de ellos con sus intereses, en
algunos casos opuestos a los de otros sectores, y con una
percepción particular de esta
relación, todo lo cual va a generar su propio accionar.
Los grupos inmersos
en las relaciones de contradicción responden a sus
intereses económicos y sociales, por estar inmersos en
relaciones concretas.

Las contradicciones se dieron tanto a nivel
antagónico como no antagónico. Todo ello se puede
apreciar en el hecho de que en la zona del Cusco, no encontramos
criollos con un nivel de contradicción antagónica
con respecto a los españoles, sino que eran
mayoritariamente fidelistas, o en el mejor de los casos,
reformistas, Este último fue el caso del obispo Juan
Manuel Moscoso.

La relación antagóniaca se dio en cambio
en la zona altiplánica, donde encontramos ciudades como
Chuquisaca y Oruro. Esta última llegó incluso a
conformar un gobierno
revolucionario, encabezado por criollos. En la ciudad mencionada,
las contradicciones entre españoles y criollos se
agudizaron por el control de la
propiedad y el
comercio, como
fue el caso de Jacinto Rodríguez, criollo rico, que
pasó a liderar el gobierno revolucionario que se
instaló en la ciudad en febrero de 1781(14).

Por contradicciones políticas
entendemos aquellas relaciones de poder que se
sucedieron al interior del movimiento, caracterizadas por la
aparición de líderes locales e incluso regionales,
que tuvieron un accionar opuesto al de la conformación del
frente político con los criollos, mestizos e incluso
negros. Mientras que por contradicciones militares entendemos
aquel manejo de la violencia opuesto al de la conformación
de un frente político con los criollos, mestizos e incluso
negros.

Por contradicciones militares entendemos aquel manejo de
la violencia opuesto al logro de los objetivos políticos,
básicamente a la conformación del frente
anti-español, que permitiera la conformación de un
nuevo poder. Tal es el caso de batallas que políticamente
eran contraproducentes pero militarmente ineludibles, como fue el
caso de Sangarará. De igual manera las matanzas
indiscriminadas de elementos sociales no indios, realizada
básicamente por líderes autonomistas, que
terminó por impedir la conformación de un frente
político anti-español.

Las contradicciones políticas y militares se
dieron de una forma articulada durante el proceso y encontraron
su correlato en la existencia de numerosos liderazgos locales.
Estas contradicciones se aprecian, por ejemplo, en el momento en
que José Gabriel llegó a Chuquibambilla, estancia
de Ayaviri, en la última semana de enero y se
percató de la existencia de numerosos liderazgos locales
radicalizados y de origen popular, que no habían surgido
como delegados de José Gabriel; vale decir, se
habían generado contradicciones políticas que se
percibieron a nivel de la
organización. Sostiene Sivirichi que gran cantidad de
dirigentes aimaras, de origen popular, habían emergido y
que éstos llegaron a desplazar a los caciques, muchos de
éstos "base de la acción
política
Tupacamarista"(15).

Al parecer Julián Apaza, al igual que otros
líderes, había comenzado a abrigar proyectos propios
y autonomistas a raíz del fracaso del Inca en su ofensiva
sobre el Cusco. Es ahí que algunos líderes
comenzaron a trabajar en comunidades de Puna (16).

CAPITULO I

LA
SOCIEDAD COLONIAL

I.1 La Economía
Colonial.

¿Cuáles son los rasgos fundamentales de la
sociedad colonial peruana durante el siglo XVIII? Era una
sociedad básicamente nacida del proceso de conquista, que
asimiló muchas instituciones
prehispánicas, adaptándolas a nuevas relaciones de
carácter económico y social
(17).

Las relaciones económicas tuvieron un
carácter básicamente feudal, tal fue el caso de la
Hacienda colonial, pero articuladas con un importante desarrollo
de la relaciones mercantiles, que para el siglo XVIII,
tenía un importante nivel de desarrollo en el sur andino
(18). Este desarrollo mercantil fue favorecido por la
extracción de plata de la mina de Potosí, que
permitió la aparición de una demanda
interna que dio lugar a la expansión de las actividades de
tipo mercantil.

Durante el siglo XVIII, se dieron básicamente
tres tipos de centros productivos: minas, obrajes y haciendas.
Estos centros productivos compartían el hecho que su
funcionamiento se sustentaba en la explotación de la
fuerza de
trabajo indígena y en la apropiación del excedente
campesino. Es
importante señalar el hecho de que estos centros
productivos estuvieron articulados dentro de la red mercantil que
incluyó mecanismos como el de reparto de efectos, que
impulsó de manera compulsiva a una demanda interna por
parte de los indígenas.

La minería
fue, desde los primeros momentos de la colonia, una actividad
económica estimulada por la corona. Son dignos de
mención, por ejemplo, los esfuerzos desplegados por el
Virrey Toledo para introducir el método de
la amalgamación en el tratamiento de la plata, así
como la introducción de la mita para el trabajo en
las minas. La política colonial pro-minera, la
introducción de nuevas técnicas
en el tratamiento de la plata, así como la
racionalización de la fuerza de trabajo a través de
la mita minera, aunada a la abundancia de éste mineral,
permitió que la minería fuera la actividad
económica dinamizadora durante la colonia.

La minería, a finales del siglo XVI y
prácticamente durante todo el siglo XVII, tuvo una
época de auge, destacando los centros mineros de
Potosí en la extracción de la Plata y Huancavelica,
en la explotación de mercurio.

Durante el siglo XVIII, la extracción minera de
Potosí y Huancavelica estuvieron en franco declive. Esto
fue compensado con el descubrimiento y explotación de
centros mineros en la sierra central y en Cajamarca, como fue el
caso de los yacimientos de Hualgayoc, Huantajaya y
Huallanca.

La minería, a lo largo del período
colonial, pasó por etapas de auge y declive. Esto
provocó fluctuaciones en los niveles de producción obrajera y de haciendas.
Había una especie de dependencia de estas últimas
actividades con respecto a la minería. ¿Qué
mecanismo permitió la articulación de estas
actividades? Fue la existencia de un mercado interno
generado a partir de la producción minera que creó
una demanda para la producción de textiles y productos
agrícolas, provenientes de los obrajes y las
haciendas.

En el sur andino, específicamente en la zona
comprendida entre Cusco y Potosí, se dio un circuito
comercial de vital importancia, que articuló las
actividades económicas más importantes de la zona.
Este aparato productivo reposó en gran medida en la
apropiación de fuerza de trabajo indígena a
través del mecanismo de la mita, para lo cual
existía una mita minera, la de obraje y la de
hacienda.

O´Phelan ha señalado el hecho que la mita
minera fuera más repudiable que las otras porque su
cumplimiento suponía que el indio y toda su familia
abandonaran sus parcelas de tierra para
trasladarse a los centros mineros. Todo esto ponía en
riesgo su
posición en la comunidad.

Con respecto a las consecuencias de este sistema nos
dice:

"?De este modo, alrededor de un tercio de las
provincias del virreinato estaban sujetas a la mita, y el
sistema, indiscutiblemente, quebraba la capacidad de las
comunidades indígenas para la producción y su
reproducción económica, ya que no
podrían contar en forma permanente con un porcentaje
importante de varones adultos" (19).

Este modelo de
extracción de excedentes no afectó a todas las
zonas por igual. En el arzobispado de Chuquisaca, de las catorce
provincias, seis estaban sujetas a enviar mitayos a
Potosí; en el Obispado del Cusco, de las catorce
provincias que la conformaban, cuatro enviaban mitayos a
Potosí y tres a cumplir la mita minera a Huancavelica; en
el Obispado de La Paz, de las siete provincias que la integraban,
cinco enviaban trabajadores a la mita minera y la de obraje. Tal
fueron los casos de Quispicanchis, Chumbivilcas y Tinta
(Cusco).

La actividad mercantil era el nexo entre la
economía colonial y la metrópoli, pero al mismo
tiempo
permitió la mejor apropiación del excedente
campesino. No olvidemos el papel que cumplió el reparto de
efectos. Consistió en el reparto obligatorio de productos,
muchos de escasa o ninguna utilidad, a los
indígenas de las distintas provincias. Los corregidores
fueron los encargados de efectuar los repartos, los cuales
debían cumplir con una cuota mínima, aunque en la
mayoría de los casos era excedida.

Los corregidores eran autoridades de tipo regional,
encargadas del cobro del tributo y de la asignación de
indígenas para la mita. Pero en los hechos ejercían
la función
de agentes comerciales, de intermediarios, entre los grandes
productores y comerciantes y la masa indígena, la cual era
obligada a crear una demanda interna que pudiera absorber la
producción de los grupos dominantes y les permitiera
enriquecerse más.

En este sentido la monetarización de la
economía era una necesidad para poder ampliar la
extracción del excedente campesino. El pago que los
indígenas recibían por su trabajo era la mejor
garantía de que tendrían como pagar lo que se les
obligaba a comprar.

Gran parte de la producción obrajera era
absorbida por las comunidades a través de este mecanismo.
En el Cusco existió una élite regional que tuvo el
control de actividades económicas diversificadas, ligadas
a la explotación minera, obrajera y de haciendas. Ello
muestra la
conexión entre el sector dominante colonial y el aparato
del Estado.

Las reformas Borbónicas constituyeron un factor
importante en el descontento de amplios sectores sociales, que
iban desde los comerciantes hasta los indígenas.
O´Phelan ha esclarecido esta relación, aunque
todavía faltan investigaciones
sobre los alcances que tuvo.

La recaudación del tributo en la zona que
comprendía el Obispado de La Paz, aumentó en un 66%
entre 1770 y 1780. Hubo un decreto real en 1777, reforzado por
una circular a fin de cortar la evasión tributaria. La
creación, en 1777, de una aduana en La Paz
aumentó el descontento. A partir de 1778 aumentó el
gravamen de aguardiente y en 1779 fue incorporada la
coca.

El incremento de la alcabala afectó a la población indígena de La Paz, ya que
muchos se dedicaban a la venta de coca y
bayetas de Potosí. No se ha esclarecido totalmente la
relación entre el impacto de estas medidas en la
población indígena y sus actitudes hacia la
revolución, pero en 1777 y 1780, hubo protestas contra la
aduana, las cuales estuvieron lideradas por indios bayeteros
(debe tomarse en cuenta que Julián Apaza era comerciante
de coca y bayetas), los cuales lograron que se cobre la tasa
del 4%.

I.2 Estructura
Social

Desde el punto de vista social, la sociedad colonial del
siglo XVIII, era básicamente una sociedad de clase-estamento, con relaciones de casta. Esto
supone que intervinieron factores de carácter
económico, social e incluso racial en la
diferenciación social. Los factores económicos y
sociales le imprimieron el carácter de clase y estamento;
mientras que los raciales, el de casta.

Los mecanismos de movilización social estaban
ampliamente restringidos para los sectores no españoles.
Pero existieron ciertos espacios de movilidad social que
permitieron a ciertos sectores, como incluso fue el caso de la
nobleza indígena, emparentar con familias ricas de la
élite dominante. Tal fue el caso de del matrimonio de Don
Martín de Loyola, gobernador de Chile, con doña
Beatriz Ñusta, "heredera y princesa del Perú"(20),
e incluso acceder a una esmerada educación, tal fue el
caso de Fray Calixto Túpac Inca, que logró por su
estirpe, acceder a un colegio mayor y a una orden religiosa. Todo
esto sin embargo, fue más la excepción que la regla
(21).

El orden colonial permitió el desarrollo de
aristocracias ricas, poseedoras de las tierras, obrajes y minas.
Los circuitos
comerciales tenían básicamente como centro, las
ciudades de Lima y el Cusco, con la preeminencia de la primera,
la cual había desplazado a la capital
imperial en el ámbito económico, social y
político. Sin embargo, el Cusco no de ser el centro
económico indiscutible en la zona comprendida entre Cusco
y Potosí. Estas aristocracias gozaban igualmente de los
beneficios de manejar el estado
colonial y tenían una espesa red de funcionarios, que como
en el caso de los corregidores, no claudicaban en el esfuerzo de
aumentar la exacción de los indios a través de los
repartos de efectos.

Los criollos constituyeron un sector bastante
heterogéneo en la sociedad colonial del siglo XVIII.
Ocupaban diferentes posiciones de acuerdo a su posición
económica. Es un hecho conocido que fueron marginados de
algunos cargos burocráticos, lo que generó el
descontento de un gran sector de ellos.

Estos, mayoritariamente, no apoyaron el movimiento de
Túpac Amaru; pero a partir de este hecho, ¿es
posible pensar que simplemente existía una total
incomunicación entre los criollos y el proyecto nacional
tupacamarista?

Al respecto Durand Flores opina lo siguiente:

"El movimiento nacional criollo al que se refiere
Macera, o los precursores de la emancipación, como son
llamados tradicionalmente, inician un proceso paralelo pero
posterior. Túpac Amaru es ya un rebelde, sacrificado al
proclamar la unidad de los Americanos de las Indias, cuando
Baquíjano- en gesto valeroso y de gran
significación no puede pasar mas allá del
atrevimiento de la crítica pública en un acto oficial
de homenaje al Virrey".

Más adelante nos plantea lo siguiente:

"¿Había en el Perú una
incomunicación definida o extrema, como se da entre
negros y blancos en África del Sur o en muchos estados
de Norteamérica?Porque en ese supuesto caso, la
revolución de Túpac Amaru pierde su sentido y la
posterior, de 1814, no se hubiera podido dar.
Incomunicación que por otro lado, debe llevar
consecutivamente a un dualismo insalvable y cuya implicancia
política actual es precisa, la negación del
Perú como realidad en proceso, como posibilidad
histórica" (22).

Juan de Dios y Jacinto Rodríguez son dos ejemplos
de criollos que participaron al lado de la propuesta
tupacamarista en Oruro. Tendremos que abonar a lo dicho, que los
sueños de Gabriel Aguilar como un Inca no serían
sino una señal de una compleja red de comunicación que deberá ser
esclarecida en posteriores trabajos.

No deberemos, entonces, pensar que los criollos actuaron
monolíticamente alrededor del bando español, sino
que aquellos criollos que participaron en el movimiento,
estarían reflejando esa comunicación
difícil, no cuajada, pero real aunque precaria, que nos
estaría dando indicios de que los criollos no eran sino un
sector fragmentado, sin unidad al interior, y con distintos
niveles de contradicción con los españoles y con
España,

Todo ello nos permite percibir sin reparo alguno que
hubo criollos que participaron al lado de Túpac Amaru en
su planteamiento de integrar un frente, sobre todo en la zona del
Altiplano. José Gabriel era consciente de todo ello;
además no olvidemos que él tuvo un trato frecuente
con los criollos por la posición social que ocupaba y por
la actividad de comerciante que desarrollaba. Dada esta
circunstancia es comprensible su voluntad de incluirlos en un
frente anti-español de amplia base. El empeño
desplegado durante el movimiento por atraerlos a su causa
mediante bandos y proclamas así lo demuestra.

Un sector que perduró durante la colonia fueron
los caciques. Descendientes de los antiguos curacas andinos,
elementos básicos en el engranaje colonial, tuvieron un
importante papel, pues fueron el medio de comunicación
entre la llamada República de Españoles y la
República de Indios. Permitieron a través de su
existencia, legitimar el orden social existente y dar la
sensación de continuidad entre la sociedad Inca y la
colonial. La colaboración de muchos caciques con la
política española permitió mantener la calma
social.

Durante el siglo XVIII, se produjo un paulatino y
constante debilitamiento de la posición de los caciques,
ya que durante la segunda mitad del siglo XVIII, se
prohibió que los mestizos- fundamentalmente los caciques
lo eran- pudieran estudiar en los colegios Mayores y en la
Universidad de
Lima (Universidad de San Marcos) (24), lo cual impedirá
que los hijos de muchos caciques accedan al clero, una de la
posibilidades para conservar el prestigio y las excepciones en la
sociedad.

La posición de los caciques se vio aún
más debilitada a raíz de la expulsión de los
jesuitas
(1767). Los jesuitas regentaban importantes colegios para los
hijos de los caciques, los cuales vieron restringida su
posibilidad de estudiar.

Otro factor que amenazó la posición de los
caciques fueron los llamados "caciques intrusos", aquellos que no
tenían linaje alguno. Su aparición a partir de la
extensión de los repartos de efectos, legalizado en
1746(25), llevó a muchos caciques de linaje a entablar
juicios en defensa de sus privilegios.

Todos estos factores habrían generado el
descontento en aquellos caciques cuya posición era
vulnerable. Estos factores habrían generado o reforzado el
llamado "nacionalismo
Inca" del siglo XVIII, el cual era una forma de afirmación
y defensa ideológica y un medio de establecer las
diferencias entre los caciques de derecho y los
"intrusos".

Era básicamente una forma de sobrevivir en el
sistema. Mientras que hubo algunos, como Túpac Amaru que
tuvieron problemas
judiciales para que se le reconozca su título de Inca;
existían otros que como los Choquehuanca, los Sahuaraura y
los Pumacahua, fueron reafirmados en sus cacicazgos poco tiempo
antes de estallar el movimiento. De acuerdo con O´Phelan,
estas diferencias entre los caciques y sus linajes para ubicarse
en la sociedad fueron determinantes a la hora de tomar
posición respecto al movimiento de 1780(26).

Vemos, pues, que las contradicciones sociales entre los
caciques va a jugar un papel esencial en la revolución y
que su posición favorable o contraria al movimiento va a
estar ligada a los diferentes niveles de acceso a los mecanismos
de reafirmación social, como por ejemplo, la
confirmación de los derechos a
cacicazgos.

Encontramos a caciques como Pumacahua, Rosas, Sahuaraura
y Choquehuanca en las filas realistas; y otros, como Tomasa Titu
Condemayta, dentro del sector revolucionario. Esta
contradicción social e ideológica al interior del
sector de caciques significó igualmente una real
división al interior del sector indígena, que
seguía mayoritariamente a sus caciques (27).

La participación de caciques al lado de los
españoles se puede ver desde el primer momento. Prueba de
esto fue la muerte del
cacique Sahuaraura en la batalla de Sangarará (28). Los
caciques fidelistas fueron estratégicos para los realistas
durante la revolución. Tanto es así que los
caciques Pumacahua y Rosas fueron el sostén de la defensa
del Cusco, mientras José Gabriel Condorcanqui la
tenía cercada desde las alturas del cerro Piccho.
También fue importante la participación de
Pumacahua y Nicolás Sanca, dirigiendo las mejores unidades
quechuas al interior de las tropas del Mariscal del
Valle.

Los factores ideológicos jugaron un papel
importante, tal es el caso de la percepción de lo
español, la cual era distinta entre los diversos sectores
sociales. Szeminski sostiene que el concepto de
español era ambiguo, siendo a la vez españoles los
nacidos en España, miembros de la "república de
españoles" en América, clase alta, nobleza, notables de
las comunidades indígenas o hasta personas de cultura
española, a los cuales había que matar por ser
seres malignos (29).

Esta confusa visión fue el reflejo de las
diferentes posiciones que ocupaban los diversos sectores
movilizados, pero a su vez, ésta constituyó una de
las principales causas de que la masificación del
movimiento, conformado básicamente por población
indígena, cobrara caracteres racistas e inmediatistas.
Todo lo cual favoreció el alejamiento de los criollos y
mestizos, terminando con la liquidación de toda
posibilidad de frente, hacia marzo de 1781.

En la zona donde se desarrolló básicamente
el movimiento, entre Cusco y Potosí, había
mayoritariamente una población indígena, la cual
era explotada a través de mecanismos como la mita, la que
permitía el abastecimiento de fuerza de trabajo en minas,
obrajes y haciendas.

Esta población a su vez estaba sometida a otros
sistemas de
explotación, como fue el caso de los repartos de efectos,
a manos de los corregidores.

Es conocido el hecho de que para el siglo XVIII
existían importantes elementos culturales
indígenas. Estos patrones culturales fueron reprocesados
por la población indígena a través de la
transmisión oral, algunas formas de trabajo y mecanismos
de reciprocidad, como el ayni y la minca. Los sectores
españoles contribuyeron también a este
reprocesamiento mediante diversos mecanismos como fueron las
crónicas y el la expresión artística creando
su propia visión de lo andino.

Producto del
choque de la conquista apareció entre importantes sectores
de la población indígena, e inclusive mestiza, una
visión cataclísmica de la conquista y una
idealización del pasado Inca, la imagen del mundo
al revés al cual se debía retornar. Fue una
visión anacrónica que representaba la propia
existencia social indígena, la de masa explotada y
sometida no solo socialmente sino también cultural e
ideológicamente.

Ellos planteaban la restitución de lo que
creían había sido el Tahuantinsuyu, como mundo
homogéneo, y la consideraban posible porque estaban
vigentes importantes mecanismos de reciprocidad. En este sentido
hallamos una contradicción entre el proyecto
político de Túpac Amaru II y el imaginario de
amplios sectores indígenas, que anhelaban el retorno al
Tahuantinsuyu. Al respecto Flores-Galindo nos dice:

" Las masas anhelaban la vuelta a ese Tahuantinsuyu
que la imaginación popular había recreado con los
rasgos de una sociedad igualitaria, un mundo homogéneo,
compuesto sólo por runas (campesinos andinos) donde no
existían ni grandes comerciantes, ni autoridades
coloniales, ni haciendas, ni minas y quienes eran hasta
entonces parias y miserables volverían a decidir su
destino; la imagen clásica de la revoluciones populares
como la inversión de la realidad, la tortilla que
se voltea, el mundo al revés?"(30).

Los sectores indígenas, teniendo como base este
pensamiento
mesiánico, explicaban su realidad social a partir del
arribo de lo blanco, lo occidental y lo explotador. Las acciones
sociales que estos sectores emprendieron durante el proceso
revolucionario va a reflejar las propias relaciones sociales
concretas en las que estaban inmersos: por un lado, su papel de
explotados y por otro, los vínculos que los unían a
sus caciques.

Estas relaciones concretas nos permiten identificar
básicamente dos tipos de acción: la primera,
orientada a la búsqueda por restituir el imperio de los
Incas, cobrar
venganza contra los españoles o simplemente evadir las
cargas por las que se unían a la huestes tupacamaristas; y
la segunda, dirigida a mantener los lazos de reciprocidad con sus
caciques y adoptar, frente a la revolución, la
posición de sus ancestrales autoridades.

CAPITULO II

SANGARARÁ

II.1 Aspecto político:

José Gabriel Túpac Amaru a lo largo del
proceso revolucionario buscó aglutinar a diversos sectores
en torno a su
proyecto libertario y anti-explotador. No es casualidad que
comenzara su accionar capturando al corregidor Arriaga el 4 de
noviembre de 1780, el cual fue ejecutado el 10 del mismo mes a
manos de su propio esclavo, el negro Antonio Oblitas (31).
Arriaga significaba, ante la población que José
Gabriel quería congregar, la personificación de las
relaciones de explotación.

Esta acción correspondió a un cuidadoso
manejo político por parte de José Gabriel. Tuvo un
enorme poder simbólico el hecho que Oblitas, el explotado,
acabara con su propio amo, el explotador. Este hecho fue
además un mensaje claro sobre la convocatoria que
Túpac Amaru hacía a los negros para que se unan a
su movimiento.

El Inca había preparado con antelación las
acciones a iniciar, para ello tenía gente en el Cusco, que
aguardaba el momento para levantarse y propiciar la
rendición y entrega de la ciudad a Túpac Amaru. Por
tal razón, luego de la muerte de
Arriaga, José Gabriel esperó la
manifestación de los confabulados del Cusco.

Desde el estallido revolucionario de Tinta, José
Gabriel realizó acciones encaminadas a la
implementación del programa
político, como fue el caso de la destrucción de
obrajes y el reparto del dinero
recaudado entre las tropas. La muerte del propio corregidor
Arriaga era parte del programa, pues la muerte de estas
autoridades era parte del proyecto político
revolucionario.

La concreción del proyecto político
requirió de un frente social anti-español,
conformado por criollos, mestizos, indígenas, negros y las
llamadas castas mixtas. Pero el frente no podría
constituir el germen de un nuevo poder si acaso no se
consolidaban zonas bajo poder revolucionario.

El esfuerzo por construir el frente fue una de las
permanentes preocupaciones de Túpac Amaru. Sabía
perfectamente que sin el concurso de los criollos las
posibilidades de su movimiento no eran buenas, pero
también sabía de la renuencia de este grupo, de su
temor a perder sus privilegios y del compromiso de muchos de
ellos con España; por esa razón José Gabriel
envió innumerables bandos, proclamas y edictos en los
cuales buscó el apoyo de los criollos en el frente
(32).

Túpac Amaru buscó manejar las
contradicciones sociales existentes al interior de la sociedad
colonial. Para ello lanzó un mensaje ideológico que
trató de aglutinar a todos los sectores no
españoles, que fuera un punto de contacto entre ellos. La
imagen de Inca se convirtió en la principal arma
ideológica y simbólica de José Gabriel. En
este sentido, Flores-Galindo hizo notar que la imagen de Inca en
el siglo XVIII no fue exclusiva de los caciques o los sectores
indígenas, sino que estaba extendida a otros grupos no
indígenas, como eran los criollos.

Pero no fue la imagen del Inca la única arma
simbólica de Túpac Amaru. Durante el siglo XVIII la
imagen del Rey era sumamente importante. Era la imagen de la
justicia, la
piedad, la representación de Dios en la tierra y
por tal razón nuestro vínculo espiritual más
fuerte con España. La legitimidad del poder español
en América provenía del Rey. Pero esta imagen de lo
real y lo divino no eran vistas como absolutamente opuesta a la
de lo Inca. En muchos sentidos, era vista como complementaria,
por tal razón Túpac Amaru solicitó que se le
reconozca su título de Inca, pero a la vez hacía
muestras de su devoción cristiana y de votos de fidelidad
al Rey .

José Gabriel usó el nombre del rey para
ganar simpatías y adeptos a su causa. Estableció
contacto con muchos caciques del sur andino, entre los que
destaca Diego Choquehuanca con el fin que se plagaran al
movimiento arguyendo que tenía una orden del Rey para
eliminar a las malas autoridades.

Las comunicaciones
que estableció con los caciques refleja el manejo
político de Túpac Amaru. Buscó aprovechar
las propias contradicciones sociales manejando un discurso para
cada sector al cual se dirigía. Su discurso sobre su
condición de Inca le fue más eficaz entre la
población campesina y pobre que entre indígenas de
linaje, como fue el caso de los Choquehuanca. Para estos sectores
de caciques y de criollos que tenían una probada
filiación con España y su gobierno, José
Gabriel manejó el discurso de que era fiel representante
del Rey, depositario del encargo de eliminar a las malas
autoridades, de forma tal que la imagen del Rey resultó
ser poco clara (33).

La revolución proyectada por Túpac Amaru
debía encontrar su correlato en acciones concretas; por
esta razón, luego de la batalla de Sangarará
destruyó obrajes y haciendas e incluso saqueó la
casa del Corregidor Cabrera, extrayendo venticinco mil
pesos.

Túpac Amaru debía manejar cuidadosamente
su imagen de Inca, y por tal razón, de redentor. Él
era el libertador que los indígenas estaban esperando
desde hacía mucho. Debía mostrarse como tal para
con ellos; por esto luego de la victoria militar en
Sangarará, precisaba que los conjurados del Cusco se
manifiesten a favor de la revolución para propiciar su
ingreso a la ciudad como un Inca redentor, en lugar de atacar
frontalmente la ciudad desde fuera.

II.2 El aspecto militar:

Desde el momento del estallido revolucionario
José Gabriel buscó un ejército con unidades
disciplinadas y jerarquizadas, a la vez que procuró darle
a sus tropas distinta orientación, pero conformando un
todo orgánico (34).

El ejército tupacamarista nació del
pequeño arsenal encontrado después del apresamiento
de Arriaga. Fueron las primeras armas con las que
contaron sus tropas. Desde un inicio se buscó la
conformación de un ejército regular, por eso le dio
paga a la soldadesca (35), se presentó una estructura de
batallones uniformados (36), se pasaron revistas militares (37).
Es así que en los primeros momentos, las armas de
infantería, caballería y artillería gozaron
de niveles diferenciados, con mandos regionales y zonales, a
excepción de la artillería, que por razones
técnicas, fue manejada por el español Antonio de
Figueroa (38).

Este primer ejército revolucionario era, desde su
concepción, un elemento básico que cumplía
con los objetivos políticos y que necesitaba, por su
condición de regular, la participación de criollos
y mestizos. La participación de los criollos y mestizos
era de gran importancia para Túpac Amaru porque
éstos estaban familiarizados con las formas convencionales
de lucha, propias de un ejército regular.

Las acciones militares tupacamaristas estaban en
relación con el objetivo de lograr el frente; es por eso
que no se vio una conducción radicalizada en las primeras
acciones, como fueron las incursiones a Quispicanchis,
Pomacanchis y Parapuquio, donde no se vieron matanzas, sino una
campaña social de tipo redistributivo.

Esta campaña redistributiva buscó revivir
ancestrales mecanismos de reciprocidad entre el Inca y el pueblo,
reforzando su imagen y legitimando la lucha.

De acuerdo al planteamiento político del frente
social anti-español propuesto por Túpac Amaru,
conformado por todos los sectores no españoles
peninsulares, era importante librar batallas solo contra los
españoles, no matar a los criollos y mestizos. Como fue el
caso de Sangarará, donde José Gabriel trató,
hasta el último momento, de obtener la rendición y
salvación de los criollos y mestizos (39).

Desde el primer momento se produjo la
conformación de una dirigencia integrada
básicamente por sus familiares y allegados, que tuvieron a
su cargo la responsabilidad del manejo político y
militar. Es así que encontramos a Diego Cristóbal
Túpac Amaru, como el principal lugarteniente de
José Gabriel, el cual tuvo el nivel de jefe
político-militar, a cuyo cargo estuvieron campañas
de vital importancia, como las del río Urubamba,
fundamental para el ataque y el cerco del Cusco. Micaela
Bastidas, su esposa, manejaba el aspecto logístico.
Controlaba que no faltaran los abastecimientos para el
ejército.

El ubicar a familiares en puestos claves a nivel
político y militar era importante por dos factores: el
primero, está asociado al hecho que por el lazo de
familiaridad que mantenían con Túpac Amaru
tendrían una mayor legitimidad frente a sus seguidores; el
segundo, está asociado al hecho que de esta manera los
lazos de confianza y compromiso eran mayores entre los miembros
de la dirigencia.

Pero no todos los delegados y jefes de la
revolución fueron familiares de Túpac Amaru, hubo
muchos que sin ser familia eran de comprobada fidelidad. Tal fue
el caso de Marcelo Calle, quien fue el delegado Tupacamarista en
el Collao (40).

II.3 Desarrollo de las
contradicciones:

Enterados en el Cusco del inicio de las acciones por
parte de Túpac Amaru, se envió una fuerza de
aproximadamente ochocientos hombres con el fin de sofocar su
movimiento. Esta fuerza estaba compuesta en su mayoría por
criollos y españoles. Al divisar a las fuerzas
tupacamaristas en Sangarará cundió el pánico
entre las fuerzas virreinales escondiéndose dentro de la
pequeña iglesia del
pueblo. Túpac Amaru ofreció perdón para
aquellos criollos que se pasaran a sus filas, mas no para los
españoles. Dentro de la iglesia se produjo amenazas por
parte de los españoles para evitar la deserción en
sus filas. En este momento de desesperación estalló
un cañón, el cual generó un incendio al
interior de la iglesia, y con ello, la muerte de los criollos que
estaban dentro.

Por la fuerza desplegada en esta acción, la
batalla de Sangarará estuvo muy lejos de ser una batalla
militarmente muy significativa.

Algunos enfoques, como los de Valcarcel y Choy han
exagerado la magnitud del triunfo, presentándolo como un
gran triunfo que dejó al Inca la posibilidad de tomar el
Cusco. Lo cierto es que aún teniendo la posibilidad de
ingresar a la ciudad, con un costo humano
altísimo, no tenía las condiciones de poder
conservarla frente al grueso del ejército
virreinal.

El triunfo de Túpac Amaru en Sangarará
tuvo más un impacto psicológico e
ideológico, ya que elevó la moral de
las fuerzas tupacamaristas y reforzó la idea de un Inca
invencible.

Teniendo en cuenta las consecuencias que tuvo la batalla
de Sangarará, como fueron la pérdida de la
capacidad de conformar un frente anti-español en el Cusco,
por la excomunión y la tergiversación del mensaje
integrador tupacamarista, la batalla de Sangarará
constituyó un triunfo militar; pero fundamentalmente un
enorme fracaso político.

El desarrollo de las acontecimientos revistió una
gran complejidad: no se conformó el frente social
anti-español en el Cusco, y por consiguiente, la toma de
la ciudad. Estos problemas fueron, el primer lugar, la necesidad
de librar batallas que eran militarmente necesarias, pero
políticamente contraproducentes, como fue el caso de
Sangarará. En segundo lugar, el proceso de
masificación por el que pasó el movimiento,
generó la aparición de líderes locales, de
los cuales muchos de ellos fueron progresivamente quebrando la
unidad organizativa del movimiento, lo que provocó actos
de violencia que estaban en contradicción con lo propuesto
por Túpac Amaru. En tercer lugar, estuvo la
división al interior del sector de caciques y de los
curas, lo cual motivó la participación
indígena en ambos bandos.

Al iniciar sus campañas Túpac Amaru
contaba con un ejército de alrededor de tres mil hombres,
entre indios y mestizos, conformando tres divisiones de confianza
y muy disciplinadas; además de existir una importante
proporción de criollos y mestizos con algunas armas de
fuego (41).

Conforme se desarrolló el proceso, éste
comenzó a masificarse, incluso desde la campaña a
Quispicanchis; (aquella que siguió a la ejecución
de Arriaga) se pudo apreciar este hecho. El apoyo popular era
fundamental para alcanzar los objetivos revolucionarios, pero la
masificación conllevó a la pérdida de la
capacidad de manejar militarmente el movimiento.

En los primeros momentos de la revolución, el
ejército de Túpac Amaru, durante la
dirección de José Gabriel, estuvo conformado por
hombres de Canas y Canchas, los cuales mantenían una
relativa disciplina;
pero conforme el movimiento se fue masificando, las tropas se
hicieron más indisciplinadas, demostrando su evidente
falta de formación militar lo que las llevó a
desarrollar acciones que nada tenían que ver con la
revolución, sino con opciones reivindicativas de simple
saqueo y reparto de bienes.

La masificación generó que, cada
día más, los líderes de la corte de
Tungasuca, entre los cuales se encontraban Micaela Bastidas y
Diego Cristóbal Túpac Amaru estuvieran en la
incapacidad de controlar el manejo de la violencia desatada por
líderes autonomistas locales. Tal fue el caso de las
acciones de Calca, Ocongate y varias de Paucartambo (42), las
cuales fueron dirigidas por líderes locales de tipo
autonomista y anárquico, que manejaron una ideología racista que cobró una
violencia inusitada, al punto que se profanaron los ornamentos
del culto religioso, llegándose a efectuar matanzas en los
altares (43) y beber la sangre de las
victimas en los cálices (44).

Este proceso de masificación conllevó
problemas de organización que involucraron acciones de
violencia que afectaron tanto a nivel militar como
político. Las acciones de Calca y Písac, acaecidos
inmediatamente antes de la campaña de Diego
Cristóbal sobre el Urubamba, la cual era clave para la
ofensiva sobre el Cusco, están llenas de crímenes y
destrozos en San Salvador, Písac, Lamay, Calca, Yucay,
Urubamba y Pachas, sin orden de Túpac Amaru ni de
ningún lugarteniente. Todo esto trajo como consecuencia el
debilitamiento de las relaciones con los pobladores de la margen
derecha del río Urubamba, importante objetivo que
debió ser alcanzado por los revolucionarios, por la
importancia que revestía la campaña sobre el
Cusco.

En el caso de los caciques, que deberían ser la
piedra angular de la movilización indígena, no se
produjo la proyectada unidad. Unos reprobaron el movimiento
colaborando totalmente con los españoles, como Pumacahua;
otros apostaron por la revolución dentro del bando
Tupacamarista, como Tomasa Tito Condemayta. Con respecto a los
caquiques fidelistas, Carlos Daniel Valcarcel menciona lo
siguiente:

"Estos caciques fieles desempeñaron un papel
decisivo en la relación contra sus propios hermanos de
raza, ayudando a las autoridades con hombres, dinero, animales y
víveres. Cabe recordar entre los más distinguidos
a Mateo Pumacahua, de Chinchero; Diego Choquehuanca, de
Azángaro; Pedro Sawaraura, de Kispicanchis;
Nicolás Rosas, de Anta; Eugenio Sinanyuca, de Tinta;
Antonio Eguiluz, de Paruro, y Joaquín de Zuñiga,
de Condesuyos?"(45)

Pumacahua tuvo destacada participación en el
bando realista. Fue nombrado coronel de la gente que
reclutó en Chinchero. Suparticipación fue clave al
lado de las tropas de Del Valle y Francisco Laysequilla durante
el asedio al Cusco. Diego Choquehuanca fue uno de los caciques de
más distinguido linaje, descendía del Inca Huayna
Cápac y mantuvo inquebrantable su fidelidad al rey, a
pesar de haber recibido comunicación de Túpac Amaru
para que se plagara al movimiento. Pedro Sahuaraura, murió
en la batalla de Sangarará, mientras participaba en el
bando español. Nicolás Rosas, cacique de Anta, tuvo
una destacada participación dentro del bando
español, pues hizo posible que el camino entre el Cusco y
Lima estuviera libre para permitir la llegada de refuerzos
españoles desde Lima.

Entre los caciques que estuvieron al lado de
Túpac Amaru destaca Tomasa Titu Condemayta, la cual
defendió el puente Pilpinto con un grupo de
mujeres.

Otro sector que tuvo importancia gravitante fueron los
curas, los cuales tenían una gran capacidad de
movilización indígena. Dentro del sector de los
curas también se experimentó la división,
así encontramos curas realistas y otros que eran
tupacamaristas. Dentro de los realistas destaca Pedro
Santisteban, cura de Urcos, el cual, por no existir corregidor en
Quispicanchis, por la muerte de Cabrera, asumió las
funciones de
jefe político-militar de la zona, y logró incluso
derrotar a fuerzas tupacamaristas (46).

Entre los que abrazaron la causa revolucionaria
están los dominicos Fray Isidro Rodríguez,
capellán de Túpac Amaru, a quien oficiaba misa en
un altar portátil; José Marurí, cura de
Asillo, destaca por el auxilio que prestó a Túpac
Amaru con hombres, armas y dinero. La participación de los
curas en el bando tupacamarista no era oficial, ya que el
movimiento fue condenado por la iglesia a través de la
excomunión de Túpac Amaru y todos aquellos que
estuvieran con él, incluso los curas. (47)

Esta división en el caso de los caciques y curas
trajo también la división entre los
indígenas. Ha quedado demostrado que los indígenas
seguían la causa de sus caciques y curas. Muchos caciques
de linaje acomodaban a sus hijos dentro del clero, a pesar de las
restricciones. Tal fue el caso de Nicolás Apu Sahuaraura,
el cual logró que su hijo, el licenciado Josef Rafael
Sahuaraura fuera aceptado como presbítero domiciliario de
la diócesis del Cusco. Leandro, otro de los hijos de
Nicolás, también llegó a ser
presbítero del Cusco. Sahuaraura estaba emparentado con
otro importante linaje cusqueño, el de los Titu Atauchi,
además de tener lazos de parentesco con los Choquehuanca.
O´Phelan dice al respecto:

"?Precisamente fueron varios pueblos donde se
resistió a Túpac Amaru los que estaban en manos
de curas doctrineros, que pertenecían a los linajes
cacicales que rechazaron la rebelión. Los hijos
sacerdotes se identificaron y respaldaron las posturas de sus
padres caciques?"(48)

Durante el desarrollo de la revolución, se
produjeron campañas militares que eran necesarias desde el
punto de vista bélico, incluso para la conservación
misma del ejército tupacamarista, pero
políticamente desfavorables. Tal fue el caso de
Sangarará, la cual ocurrió motivada por el ataque
que desde la iglesia lanzaron los realistas, los cuales
habían partido desde el Cusco, con el fin de sofocar el
movimiento (49).

El resultado de la batalla fue militarmente favorable a
los tupacamaristas, pero constituyó un enorme fracaso
político, ya que al producirse el ataque contra los
realistas, que estaban parapetados en una iglesia, murieron
muchos criollos y mestizos del Cusco. Luego de la batalla de
Sangarará, el pánico se apoderó de la ciudad
del Cusco, huyendo muchos de sus habitantes.

La reacción más fuerte que partió
del Cusco contra la revolución tupacamarista, luego de
acaecidos los sucesos de Sangarará, surgió del
clero. Estuvo encabezada por Moscoso y Peralta, Obispo del Cusco.
Este excomulgó a Túpac Amaru a propuesta del
arcediano español Ximénes de Villalba, la
excomunión no solo iba contra el caudillo, sino
también contra todos sus partidarios. Esto minó
notablemente al movimiento, sobre todo entre los criollos y
mestizos, teniendo en cuenta la enorme religiosidad de la antigua
capital Inca.

La excomunión no fue el único acto que
desde la iglesia fue dirigido contra el movimiento tupacamarista.
Hubo también una ofensiva ideológica que
incluyó entre los actos concretos contrarrevolucionarios
"una procesión ¡solemne de sangre y penitencia". Los
templos estuvieron repletos de creyentes arrepentidos,
además de un jubileo, confesión y comunión
pidiendo por la salvación de sus vidas. (50)

Una prueba de la fuerza que tuvo la excomunión
como arma ideológica contra Túpac Amaru está
en el hecho que éste ordenó que se arrancara el
documento de excomunión de todos los pueblos a donde
llegaban las fuerzas revolucionarias.

Esto trajo como consecuencia que los criollos y mestizos
rechazaran al movimiento. La excomunión encajaba
perfectamente con la muerte de criollos y mestizos en
Sangarará, creando pánico ante la idea de lo que
las huestes revolucionarias podían hacerles si ingresaban
a la ciudad. De esta manera el pequeño triunfo militar
implicó, la total imposibilidad de conformar el frente en
el Cusco (51).

De poco le sirvió a Túpac Amaru llamar a
los criollos y vecinos del Cusco, así como justificar su
accionar con el Obispo Moscoso, el arquitecto de la
excomunión; pues a partir de ese momento la posibilidad de
organizar un frente en el Cusco estaría liquidada. Otros
hechos se aunaron, como la muerte de Quispe Tito, la
ejecución del cacique Tambohuacso, el apresamiento de
Inquill Tupa y otros caciques conjurados, y la vacilación
de conjurados como los Ugarte y los Palacios (52)

Cuando Túpac Amaru preparó y
desarrolló la ofensiva sobre el Cusco, los preparativos de
la defensa ya habían sido realizados, donde destacó
la participación de criollos, mestizos y muchos caciques
con sus aportes económicos y militares. Estos
serían fundamentales, ya que Túpac Amaru no tuvo la
posibilidad de tomar el Cusco sin gran mortandad, y lo
habría hecho contra la voluntad de sus pobladores lo que
le imposibilitaba presentarse como el Inca libertador y redentor,
como pretendía.

La campaña sobre el Cusco se ofrecía como
una guerra de
indios contra indios. En el cerro Picho, las huestes de
Túpac Amaru se encontraron con los realistas al mando de
Francisco Laysequilla, quien conducía miles de
indígenas al mando del cacique Rosas, y otros de Pumacahua
(53).

De esta manera, la campaña sobre el Cusco
aparecía con una enorme fractura interna, pues el frente
no se había conformado. No sólo los criollos y
mestizos se habían alineado mayoritariamente con los
españoles, sino que también los indígenas
estaban divididos en ambos bandos todo o cual constituyó
un enorme fracaso político.

CAPÍTULO III

EL
CERCO DE LA PAZ

III. 1 La situación en el
altiplano:

La masificación del movimiento y la
incomprensión del mensaje ideológico de José
Gabriel, se reflejó a nivel organizativo, con innumerables
lideres locales, algunos de los cuales cobrarían
importancia a nivel regional, como fue el caso de Túpac
Catari, quien dirigió, como muchos otros, actos de
violencia radicalizada en el Collao. Esta violencia radicalizada,
anti-blanca y sangrienta hizo fracasar el frente en La Paz,
Chuquisaca, Potosí y Oruro.

Fue precisamente en el Alto Perú donde la
radicalización alcanzó niveles preocupantes para
José Gabriel, quien había dispuesto una ofensiva
general aprovechando las festividades de carnavales,
pero muchos de sus seguidores no entendieron sino un mensaje
racista y masacraron a cuantos no fueron indios, lo cual se
conoció como el "carnaval sangriento".

Al parecer, la decisión del Inca de iniciar su
ofensiva en el Altiplano no se debió a un simple error de
cálculo; al contrario, existieron factores
y circunstancias que lo llevaron a tomar tal decisión. La
ciudad del Cusco había demostrado ser fidelista, motivada
en gran medida por la imagen que el movimiento tuvo luego de la
batalla de Sangarará, donde perdieron la vida muchos
criollos y mestizos; además de la excomunión que
pesó sobre los revolucionarios.

En el Altiplano se ofrecían excelentes
condiciones para lograr el frente político en las ciudades
más importantes; pero por otro lado, surgían
peligrosos radicalismos que amenazaban la posibilidad de
conformar el ansiado frente anti- español. Sivirichi
sostiene que:

"En suma, el Inca pudo observar que en el Altiplano,
si bien no existía peligro de mayores reacciones
virreinales (salvo en la ciudad de Puno), en cambio
crecían los peligros de una ruptura de las fuerzas
patriotas. Vio que se desarrollaron nuevas tendencias
anti-quechuas entre ciertos aimaras. A la vez observó
que varios dirigentes plebeyos locales, tanto aimaras, quechuas
y puquinas querían, erróneamente, contrarrestar
al dominio
político ejercido por los Túpac Amaru, el cual
era necesario para sujetar adecuadamente a cientos de caciques
rebeldes, que se sentían nobles, que eran
aristócratas indígenas. Por último,
notaría el Inca que bullían renovadas tendencias
racistas en no pocos de los alzados" (54)

La ciudad de Chuquisaca, la más importante del
Alto Perú, presentaba excelentes condiciones, ya que las
contradicciones entre los criollos, mestizos y españoles
se habían agudizado. El avance de Túpac Amaru
estaba en combinación con las fuerzas de Dámaso y
Nicolás Catari. Las contradicciones llegaron a su punto
más alto cuando Dámaso Catari, desde los altos de
Punilla, hizo pedidos al cabildo de la ciudad esperando la
respuesta de los criollos, que nunca se produjo, por las matanzas
y desmanes generados por los jefes menores, como ocurrió
igualmente en Cochabamba, por efecto de las matanzas de Tapacari,
Colcha, Suches y Arque (55). La derrota política de
Chuquisaca fue coronada por la militar, a manos del
ejército virreinal dirigido por Ignacio Flores.

El caso de Oruro es de fundamental importancia ya que
ahí se llegó a plasmar una alianza entre los
sectores no españoles. En esta ciudad las contradicciones
económicas se habían agudizado ya que la
situación de dominio económico la disputaban los
españoles y los criollos, éstos últimos con
Juan de Dios y Jacinto Rodríguez a la cabeza, los cuales
eran mineros y hacendados ricos (56). En este clima de disputa
circularon pasquines llamando a las armas. Los mestizos apoyaron
a los criollos en cabildo abierto y los tupacamatistas ocuparon
la ciudad al mando del líder popular Sebastián
Pagador, culminando con la proclamación de Jacinto
Rodríguez como líder del movimiento orureño,
de forma tal que la contradicción económica
alcanzó el nivel político.

Para enero de 1781, la sublevación se
había extendido por Paria y Carangas. Indios de esta
primera zona ingresaron a Oruro, cometieron saqueos y efectuaron
ajusticiamientos, incluso entre criollos, todo lo cual fue
agravado con la llegada de grupos aimaras más radicales,
que generaron incidentes que acabaron con la vida de
Sebastián Pagador. Era e fin del frente orureño;
esto llevó a que el mismo Jacinto Rodríguez se
pusiera del lado español, lo que significó la
derrota político militar de la revolución en la
zona.

Para el frente de La Paz, Túpac Amaru
había delegado a Marcelo Calle, el cual trató desde
el primer momento de establecer el frente con los criollos y
mestizos, pero las noticias de
los desmanes, indudablemente, debilitaron la viabilidad
política del frente. Diego Cristóbal fracasó
militarmente en su primer intento por tomar la ciudad de Puno,
hacia marzo de 1781. Estos hechos se desarrollaron paralelamente
al proyecto de Túpac Catari, líder popular aimara
nacido del propio movimiento popular. Este último
dirigirá militarmente el ataque a la ciudad de La Paz,
para lo cual desplazó como líder a Marcelo Calle
(57). De esta forma apareció el líder radical
aimara, desconociendo primero las directivas de José
Gabriel y luego, desarrollando una conducción militar que
acabó con la posibilidad de lograr el frente en La
Paz.

III.2 Túpac Catari y los ataques a La
Paz

Los ataques a la ciudad de La Paz, fueron puntos
culminantes en el desarrollo de las contradicciones entre el
aspecto político, de frente anti-español y la
situación militar, anti-blanca. Szeminski ha demostrado
que una de las cuestiones más importantes del movimiento
fue el definir con claridad que era lo blanco, razón por
la cual no era de extrañar que se la pudiera utilizar para
definir a grupos diversos, como eran los españoles,
criollos o mestizos de buena posición social (58). Lo
blanco, más que ser un concepto que daba una idea sobre el
color de la
piel,
también hablaba de un sector socialmente dominante y
explotador. Todo ello habría sido percibido de diversas
formas por los distintos sectores, lo cual podría
responder al porque los sectores aimaras y su máximo
líder, Túpac Catari, actuaron militarmente en forma
radicalizada y en abierta contradicción con el proyectado
frente.

Julián Apaza, quien luego adoptaría el
sobrenombre de Túpac Catari, apareció por primera
vez asistiendo a las reuniones en Tungasuca (59). El
desarrolló proyectos propios con el fin de generar un
movimiento bajo su propia conducción. Julián Apaza
era un arriero iletrado, de origen popular y de gran habilidad
para congregar a las comunidades aimaras, lo cual
consiguió cuando sostuvo que era la resurrección de
Tomás Catari. De este modo logró una
adhesión de los aimaras; además aseguró ser
comisionado de Túpac Amaru (60)

La ideología del líder aimara
difería notoriamente de la de José Gabriel, Al
respecto Cornblit, nos dice:

"?la ideología de Katari pretendía
principalmente castigar a todos los que no hablaban aymara y
usurpar sus tierras, programa que resultaba repulsivo para los
moderados tupacamaristas, quienes habían prometido
proteger a los 40 españoles de Sorata de todos "los
rebeldes traidores que quisieran hacerles daño"
(61)

El delegado Tupacamarista para la zona era Marcelo
Calle. Este debía consolidar el frente y tomar la ciudad.
Túpac Catari manejó el argumento de ser delegado de
José Gabriel ante los caciques de Sicasica (62). La
consolidación de Túpàc Catari está en
gran medida explicada por su radicalismo asumido
fácilmente por sectores radicalizados. El surgimiento de
Túpac Catari, implica la aparición de un
líder que no apareció por delegación de
Túpac Amaru, sino de las masas, que no le debía su
lugar a José Gabriel, como muchos otros líderes,
pero que tuvo la particularidad de proyectarse más
allá del nivel local, alcanzando a todo el altiplano
aimara.

Desde el punto de vista político-militar, la
aparición de Túpac Catari hizo mas compleja la
situación del movimiento. Al no ser delegado de
Túpac Amaru, coincidió esto con el movimiento
más crítico para José Gabriel, ya que cuando
el Inca se enteró del asedio a la ciudad de La Paz, estaba
en vísperas de los combates de Pucacasa contra el grupo de
fuerzas del Mariscal del Valle, quien traía bajo su mando
al grueso de los diecisiete mil soldados, el mayor
ejército existido en América hasta entonces. La
gravedad de la situación política queda gratificada
en la siguiente cita:

"Manda el soberano Inga Rey que pasen a cuchillo a
todos los Corregidores, sus ministros, caciques, cobradores y
demás dependientes, como asimismo a todos los
chapetones, criollos, mujeres y niños
sin excepción de sexo y
edades y de toda persona que
parezca ser español o por lo menos esta vestida a
imitación de tales españoles"(63)

Túpac Catari tenía, por su
extracción plebeya, una posición de rechazo a todos
los elementos no indios, a diferencia de Túpac Amaru, que
por su posición social estaba habituado a tratar con
criollos. Esta fue la razón por la que el líder
aimara desarrolló una matanza indiscriminada de todos los
blancos o que parecieran como tales.

Túpac Catari, no fue el único que
presentó un planteamiento radical frente a la propuesta de
Túpac Amaru. También encontramos a líderes
de la talla de Pascual Alarapita y Tomás Calisaya, quienes
cometieron asesinatos y desmanes; el primero en Pacajes y
Sicasica; y el segundo, en Tiquina(64).

Túpac Catari tuvo como objetivo hegemonizar en el
movimiento, prueba de ello la podemos encontrar en la proclama
que lanzó Pascual Alarapita, pidiendo rendición
ante el líder aimara (65). Tomás Calisaya
igualmente declaró en Tiquina a Julián Apaza, como
el " monarca inga rey Julián (nina) Túpac Catari"
(66). Igualmente circularon proclamas suscritas como "Yo el rey
Túpac Catari" (67)

Túpac Catari logró controlar la
dirección del movimiento convirtiéndose en un
líder de gran influencia y poder por el mismo desbande
producido que va más allá de la capacidad
organizativa de la dirección tupacamarista. Esto es de
vital importancia, si tenemos en cuenta que José Gabriel
era quien delegaba a sus lugartenientes y que éstos
respondían a su mandato.

En este sentido, la autodenominación de "Virrey",
por parte de Túpac Catari, debe entenderse mas como una
estrategia para
lograr el liderazgo en
aquellas zonas donde Túpac Amaru tenía un gran
influjo ideológico. Prueba de ello es la misma
actuación de Túpac Catari durante el asedio a la
ciudad de La Paz.

El primer ataque a la ciudad de La Paz por Túpac
Catari fue precedido por el desplazamiento del lugarteniente
tupacamarista Marcelo Calle, quien debía realizar el cerco
a la ciudad ( 68). Siendo el 14 de marzo de 1781, la ciudad
estaba cercada por más de catorce mil aimaras. Fue en este
ataque donde el gran líder aimara declaró la guerra
a muerte a todos los blancos o que perecieran como tales; con
esta conducta, sin
dudar estaba planteando una línea política y
militar opuesta a la del Inca. Mientras Túpac Amaru estaba
amenazado por las tropas del mariscal del Valle en Pucacasa, el
líder radical aimara Tomás Calisaya, anunciaba en
Tiquina a Túpac Catari como rey, incluso mató a
Julián Ticona por oponerse a sus matanzas(69).

Ante el peligroso protagonismo del líder aimara,
Túpac Amaru mandó a Pedro Obaya a las inmediaciones
de La Paz, para reiniciar el frente y retomar la dirección
del asedio a la ciudad. El líder tupacamarista le
arrebató el poder a Túpac Catari. Obaya
intentó reiniciar el frente, para lo cual portaba la carta del
Inca, en la cual invocaba la unión con los criollos y
mestizos (70). De esta forma Obaya pasó a ser el
líder y conductor del asedio a La Paz. La asunción
de Obaya significó el intento por recomponer el frente, en
reemplazo de la guerra de razas, desarrollada por Túpac
Catari. En este contexto, fue que se produjo una reunión
entre el líder tupacamarista y altos funcionarios de La
Paz, donde el planteó cinco puntos: 1) El reconocimiento
del Inca Túpac Amaru como rey; 2) La entrega de los cuatro
corregidores; 3) La entrega de los hacendados y aduaneros; 4) La
entrega de las armas de fuego; 5) La destrucción de los
achincheramientos (71).

Túpac Catari se integró al asedio de La
Paz, bajo las órdenes de Pedro Obaya, pero estaba buscando
su propio protagonismo, utilizando la estrategia de presentar a
Túpac Amaru como "señor monarca". Esta estrategia
se vio favorecida grandemente al ser aprisionado Obaya.
Más allá de las misivas donde se presentaba bajo
las ordenes de José Gabriel, Marcelo Calle se
sublevó en Sicasica contra Túpac Catari; por esta
razón, el líder radical aimara fue a Sicasica y
tomó a Calle por prisionero, regresando a prisa a La Paz
para retomar el asedio.

El nivel de contradicción política
llegó a uno de sus puntos más altos cuando
Túpac Catari mandó matar a Marcelo Calle el 8 de
agosto de 1781(72), posiblemente por congraciarse con los
españoles para lograr la liberación de su mujer Bartolina
Sisa. Todo esto no fue sino la punta del iceberg en la
actuación de Túpac Catari: este
apuñaló al cacique de Tiahuanaco, Guacachi, de
quien se decía contaba con la confianza de Diego
Cristóbal Túpac Amaru.

Para este momento, Túpac Catari había
logrado tanto poder, que su eliminación en el mando fue
algo que estratégicamente se hizo inconveniente para los
Túpac Amaru. La guerra para ese entonces había
cobrado características demasiado complejas. El Inca
José Gabriel estaba muerto y Diego Cristóbal
Túpac Amaru era ahora el conductor político-militar
del movimiento. El movimiento se desarrollaba en varios frentes,
entre los cuales estaba Puno, Sorata y La Paz; además
habían aparecido líderes anárquicos surgidos
de un desborde popular, que quebraron la unidad organizativa del
movimiento, desarrollando acciones paralelas, racistas,
contrarias con la postura político-militar
tupacamarista.

En este contexto, Andrés Túpac Amaru
buscó arrebatar el liderazgo a Túpac Catari, por
esta razón envió a Faustino Tito Atauchi y este
apresó al líder radical aimara y lo condujo a
Sorata (73). Pero Túpac Catari había logrado
demasiado poder, siendo una de las razones que pesaron para
obtener el perdón del líder tupacamarista, sin
desmerecer el hecho de que tuviera cierta influencia Gregoria
Apaza que fuera mujer de Andrés Túpac
Amaru.

Pero esto no acabó con los ímpetus del
líder aimara, por esta razón retomó el cerco
de La Paz el 8 de agosto y empezó a incendiar una parte de
la ciudad. Ante esto Tito Atauchi estuvo dispuesto a retomar el
poder, pero Túpac Catari lo mató (74), De este modo
nuevamente las contradicciones llegaron a un punto crítico
que obligó al mismo Andrés Túpac Amaru a ir
a los alrededores de la Paz y tomar parte de la conducción
del cerco (75). Respecto a la contradicción a nivel
organizativo, Cornblit nos dice:

"?Ya en marzo de 1781, los Kataristas habían
iniciado el sitio de la ciudad española de La Paz, y en
agosto se les unieron los Tupacamaristas bajo el mando de
Andrés Túpac Amaru Inca y Miguel Bastidas
Túpac Amaru Inca. Las diferencias entre ambos grupos se
hacen visibles en la separación de sus acantonamientos
militares: los tupacamaristas se situaron en el Alto, a 400
metros sobre la ciudad en la carretera entre Cusco y
Potosí, mientras que los Kataristas acamparon en
Pampajasi, en la carretera entre La Paz y las Yungas, una zona
tropical desde donde los Katari habían antes comerciado
con la ciudad en coca y otros productos. Estos campamentos no
solo reflejaban la separación física de ambas
facciones, sino también simbolizaban el hecho de que la
organización Katarista era gobernada por representantes
de los 24 cabildos indios de La Paz, algunos de los cuales eran
de origen plebeyo, mientras que por su parte los tupacamaristas
estaban bajo el mando de élites indígenas y de
ladinos (indígenas españolizados) de larga
trayectoria tupacamarista en el Cusco" (76)

Una vez que Andrés Túpac Amaru estuvo en
La Paz, sujetó a Túpac Catari iniciando un accionar
político opuesto, buscando la unidad de los criollos,
mestizos, indios y negros. Pero las posibilidades de lograr un
frente eran cada vez más lejanas. Sin embargo, los
Túpac Amaru, no estaban en capacidad de deponer del mando
a Túpac Catari por la posibilidad de enfrentar una ruptura
ideológica y estratégica que hubiera creado las
condiciones para una ruptura organizativa y con ello la
posibilidad de enfrentarse con la existencia de dos movimientos
distintos, con una división del espacio geográfico
y del apoyo social que habría significado el fin del
movimiento. Por dicha razón, durante esta etapa Diego
Cristóbal insistió en la necesidad de mantener las
mejores relaciones con Túpac Catari, situación que
le permitió ser repuesto como conductor del asedio a La
Paz.

Así, el proceso revolucionario perdió el
norte ideológico, marcado por Túpac Amaru, y se vio
arrastrado por un movimiento de tal magnitud y connotaciones que
fueron imposibles de ser mantenidas a nivel organizativo, y que
acabaron con la posibilidad de lograr un frente en el
Altiplano.

CONCLUSIONES

1.- La revolución de 1780 enfrentó
básicamente dos niveles de contradicción entre lo
político y lo militar. El primero de ellos está
referido a la necesidad de enfrentarse militarmente a las fuerzas
españolas, aún cuando esto implique una
contradicción con relación a los objetivos
políticos.

Tal es el caso de la batalla de Sangarará, en la
cual Túpac Amaru hubo de enfrentarse a los criollos,
dentro del bando español, lo cual precipitó su
excomunión y la imposibilidad de conformar el frente en el
Cusco y llevar su mensaje político. El segundo,
está asociado al surgimiento de liderazgos locales, que
iniciaron acciones propias, de corte racista frente a todo lo no
indio y autonomista con relación a la dirección
Tupacamarista. Estor líderes realizaron matanzas que
acabaron con la posibilidad de conformar el frente, sobre todo en
el altiplano. Dentro de este segundo nivel destaca la figura de
Julián Apaza Túpac Catari.

2.- Los niveles de contradicción anteriormente
mencionados, se sustentan en relaciones sociales concretas. La
estructura social peruana en el siglo XVIII marcaba
fundamentalmente una contradicción de carácter no
antagónico entre los criollos y los españoles, lo
cual determinó en última instancia la postura
fundamentalmente pro española de éstos durante la
revolución. Los criollos percibieron claramente que el
cariz que había cobrado la revolución les
traía más amenazas que posibilidades, por tal
razón prefirieron mantener el statu quo.

El caso de los caciques es igualmente importante, ya que
las facciones que existían al interior de este grupo
derivaron en el divisionismo que cundió entre las masas
indígenas, que apoyaron a uno y otro bando, en
función de la posición de sus propios caciques.
Este fue el caso de los indígenas de Pumacahua.

3.- El movimiento se quedó casi exclusivamente
con indios, sin ninguna capacidad militar de tomar el poder, con
la muerte de casi la totalidad de sus líderes, y con un
programa incumplido.

NOTAS

  1. FLORES GALINDO, Alberto. "Buscando un Inca".p.
    122.
  2. FLORES GALINDO, Alberto. Op. Cit.p. 126
  3. SZEMINSKI, Jan "La Utopía Tupacamarista" p.
    245
  4. O´PHELAN, Scarlett. "La Gran Rebelión en
    los andes: de Túpac Amaru a Túpac Catari" p.
    26
  5. O´PHELAN, Scarlett. Op. Cit. P. 16
  6. Ibídem. P. 64
  7. Ibíd. p. 86-87
  8. Ibíd.p.38
  9. Colección del Bicentenario de la
    rebelión de Túpac Amaru (En adelante: CDTA) Tomo
    II. Pp. 98-99

(10)VALCARCEL, Carlos Daniel. "La rebelión de
Túpac Amaru" p. 68

(11) SZEMINSKI, Jan. Op. Cit. P. 25

(12) SIVIRICHI, Atilio y otros. "Continuación
de la lucha de los Túpac Amaru (1781-1783). En: Historia
General del Ejército Peruano" Tomo IV. Vol 1
p.

(13) SIVIRICHI, Atilio y otros. Op. Cit.
p.25

(14) Ibídem. p.12

(15) Ibíd. p.7

(16)Ibíd.p.8

(17) ROEL PINEDA, Virgilio. "Historia Social y
Económica de la Colonia" pp. 94-96

(18)TORD, Javier. "Sociedad Colonial y Fiscalidad".
En: Apuntes. 1977. pp.3-28

(19) O´PHELAN, Scarlett. "Un siglo de rebeliones
anticoloniales" p. 39.

(20) FLORES GALINDO, Alberto. Op. Cit. P.50

(21) O´PHELAN, Scarlett. "Un siglo de rebeliones
anticoloniales" p.39

(22) DURAND FLORES, Luis. "Independencia en integración en el plan
político de Túpac Amaru" pp.44-45

(23) O´PHELAN, Scarlett. Op. Cit. Pp.
55-56

(24) Ibídem. P.48

(25) Ibíd.. p. 29

(26) Ibíd.. P. 65-66

(27) Ibíd. P. 63

(28) VALCARCEL, Carlos Daniel. Op. Cit.
P.83

(29) SZEMINSKI, Jan. ¿Por qué matar a
los españoles?. En: Stern, steve: "Resistencia,
rebelión y conciencia
campesina en los andes" p. 164-165

(30) FLORES GALINDO, Alberto. Op. Cit. P.
127-128

(31) VALCARCEL, Carlos Daniel. Op. Cit. P.
64-66

(32) Colección del sesquicentenario de la
Independencia del Perú, (En adelante CDIP) Tomo II, vol
2. Existen innumerables referencias al respecto.

(33) CDTA. Tomo II. P.318

(34) VEGA, Juan José. "La dominación
española en el Perú" En: Historia general del
Ejército Peruano" Tomo III vol. 1. p. 466

(35) SAHUARAURA, J.R. "Estado del Perú". En:
CDIP

p. 356

(36) CDTA. Tomo I p. 509

(37) Ibídem. P. 509

(38) CDIP. Tomo II. Vol 2. p 445

(39) VEGA, Juan José. Op. Cit. 385

(40) LEWIN, Boleslao. "La Rebelión de
Túpac Amaru y los orígenes de la Independencia de
Hispanoamérica" p. 82

(41) VEGA, Juan José. Op. cit. P.7

(42) SIVIRICHI y otros. Op. cit. P.4

(43) Ibídem. p. 9

(44) Ibíd.p9.

(45) VALCARCEL, Carlos Daniel. Op. cit.
P.72

(46) Ibídem.p.121

(47) Ibíd. p. 118

(48) O´PHELAN. Op.cit.68

(49) CDIP. Tomo II. Vol 2. p.403

(50) VALCARCEL, Carlos Daniel. Op. cit. pp.
85-86

(51) CDIP. Tomo II, vol 2 p. 435

(52) VEGA, Juan José. Op. Cit p. 388

(53) Ibídem. P.446

(54) SIVIRICHI y otros. Op. Cit. p. 7

(55) Ibídem. P. 10

(56) Ibíd.p.11

(57) Ibíd. p. 20

(58) SZEMINSKI, Jan. ¿Por qué matar a
los españoles? Op. Cit. p.164

(59) VALLE DE SILES, Maria Eugenia. "Andrés
Túpac Amaru y los criolos de Tuille y Sorata". En: Actas
del Coloquio Internacional Túpac Amaru y su Tiempo"
Lima- Cusco. 11-16 nov. 1980. Editado por la Comisión
del Bicentenario de la Rebelión Emancipadora de
Típac Amaru. 1982. p.609

(60) Ibídem p. 17

(61) CAMPBELL, León G. "Ideología y
faccionalismo durante la gran rebelión, 1780-1782". En:
Stern, Steve. "Resistencia, rebelión y conciencia
campesina en los Andes, siglos XVIII al XX". p. 137

(62) VALLE DE SILES, María Eugenia. Op. Cit.
609

(63) SIVIRICHI y otros. Op. Cit.p.20

(64) Ibídem.p.22

(65) CDIP. Tomo II. Vol 2 p. 661

(66)CDIP. Tomo II. Vol 2 p. 802

(67) CDIP. Tomo II. Vol 2 p. 806

(68) LEWIN, Boleslao. Op. Cit. p.812

(69) SIVIRICHI y otros. Op. Cit. p.22

(70) Ibídem.p. 27

(71) Ibíd. p.28

(72) Ibíd. p. 62

(73) Ibíd. p.63

(74) Ibíd.p. 67

(75) Ibíd. p. 68

(76) CAMPBELL. León G. Op. Cit. 137.

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Este trabajo va dedicado a la memoria
de mi padre, Daniel Loayza Silva, y de mi abuelo, Carlos
Herrera de la Haza. De igual manera, va dedicado a mi esposa y
a mis hijitos Renzo y Fiorella, mi razón de
vivir.

 

Daniel Iván Loayza Herrera

Lima 2006

Partes: 1, 2
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